viernes, 11 de mayo de 2012

Unas letras para confesar.

Miedo, ganas de gritar, sudor frío. Te apretan el cuello, con fuerza, como si su mano aplastase una pelota indefensa de un perrito. "¡Para, para, para!" Pero los gritos no sirven de nada. Contra la pared, sientes que tu cuerpo sufre, se hace pequeño, y al final eres otra más. Otra víctima más. Y eso te lleva a una depresión. Hasta hoy. Hasta que hoy recuerdas ese momento, y te das cuenta del daño que puede llegar a sufrir una mujer. Pero ellos no se dan cuenta. Tu sigues tu vida, e intentas disimularlo, pero algún día, por alguna razón, te verás en la situación de contar aquello que te ocurrió en un pasado lejano. Y de momento ya está escrito.

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