martes, 8 de mayo de 2012

Tormentoso día el de hoy.

Calor, mucho calor. Bochorno, viento cálido y lento. Mi melena no se mueve, está quieta, paralizada, como una viuda en el funeral de su marido. Paso por el río, y observo cómo los patos beben agua, jadeantes de no se qué carrera por conseguir un fresco corcón.
La mañana ha sido rara; humedad, lluvia, calor y más calor. Y ahora me hallo bajo una lámpara que hace que me sienta como un huevo incubado. Necesito ir a la ventana, aquella desde la que observo a los pájaros como una auténtica aficionada: 22,5 grados. Aterrador. La calle está mojada, de alguna tormenta primaveral ya olvidada, y noto que mis codos se mojan al apoyarme en la repisa.
Hoy sólo me he dado cuenta de una cosa; me he puesto katiuskas para nada, y eso, me fastidia.

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